Si minimil fuera un cuadro...
Podría ser “El caminante sobre el mar de nubes” (Der Wanderer über dem Nebelmeer) de Caspar David Friedrich. Una figura contemplativa que reflexiona sobre la fuerza de la naturaleza y la inmensidad. Nieblas matinales y picos se asoman en un paisaje misterioso propio del romanticismo y que bien podría ser el de la Sierra de Aitzgorri.
Una respuesta emocional, casi metafísica, al mundo natural que lo envuelve y lo hace sentir pequeño. El negro de su levita es el negro de la elegancia, de la individualidad y de la existencia. Los colores más claros del fondo ayudan a comprender la perspectiva tanto visual como de pensamiento.
Un cuadro del 1817-1818 que podría haberse pintado hoy, la sensación que produce sigue inalterable en el tiempo: la soledad y el silencio te atrapan.